Paula, un don de Dios

PAULA nace en Génova, en 1809, en un barrio del centro llamado Borgo Lanaioli.

Su padre, hombre “chapado a la antigua” y de una gran piedad, tenía un comercio de tejidos. La madre, mujer sencilla y dulce, la dejaría pronto huérfana.

Creció y vivió en una época en la que el choque entre ideologías antiguas y nuevas era fuerte y violento.

Las ideas de libertad, independencia y democracia, del resurgir nacionalista italiano auguraban un nuevo orden político.

Los progresos de la tecnología impulsaban un nuevo sistema económico y social.

Era un período de transición en el que, superados ya los viejos equilibrios, se buscaban otros nuevos… La tensión y la lucha eran inevitables.

Paula no estuvo ajena a su tiempo, pero, a la revuelta violenta, que proclamaban muchos de sus contemporáneos para renovar la sociedad, ella prefirió la revolución del Evangelio, la del Amor.

Supo detectar, en la promoción de la mujer, una urgencia de la época, y respondió a ella educando a las jóvenes para hacerse mujeres y cristianas.

Su adolescencia transcurrió en casa, entre los quehaceres domésticos y alguna instrucción dada por su padre, que no quiso mandarla a la escuela.

Aprendió muchas cosas, como ella misma contaba, escuchando las conversaciones de su padre y de sus cuatro hermanos, que más tarde serían sacerdotes.

Sin embargo, lo que más le gustaba a ella era hablar con el hermano mayor, José, que enseñaba a su hermana cuanto aprendía en los libros de teología y en su trato con la gente.

En aquellos encuentros, algo de común iba madurando en ellos.

El Señor haría de José y de Paula dos grandes apóstoles.

La influencia de la familia sobre la futura elección de Paula fue decisiva.

Las obras de Dios no se improvisan. Son fruto de una lenta maduración que generalmente comienza y se desarrolla en el ámbito familiar.

Las relaciones que allí se establecen, el clima que se respira son fundamentales en el desarrollo de la persona. Para Paula, la familia será siempre la primera y esencial comunidad educativa.

Más tarde, confiará a la propia familia religiosa la tarea de “reanimar en los padres cristianos el interés por la educación moral y religiosa de sus hijos…”.

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