El año 1910 fue un momento particularmente duro, aunque fecundo para el “después de Paula”.
La ráfaga revolucionaria dispersa a las hermanas de Portugal. Obligadas a abandonar el país, entre sufrimientos y privaciones, transplantarán el don de Paula a otras naciones: España, Suiza, Estados Unidos, Bélgica, Inglaterra, Malta… que acogerán a las hermanas fugitivas.
“Sí el grano de trigo
no muere, no produce fruto”
Hoy el “don de Paula” vive en el corazón y en el compromiso de más de un millar de Doroteas y en laicos que comparten su espiritualidad, además de Italia, España y Portugal, en Suiza, Inglaterra, Malta, Norteamérica, Brasil, Perú, Bolivia, Argentina, Angola, Mozambique, Isla de Santo Tomé, Taiwan, Albania, Azores, Camerún, Filipinas.